sábado, 12 de marzo de 2011

Saludo de sor Carmen Canales, consejera general FMA para la pastoral juvenil














ISTITUTO FIGLIE DI MARIA AUSILIATRICE
Consigliera generale per la Pastorale giovanile
Via dell’Ateneo Salesiano, 81 – 00139 ROMA
Tel. 06/872741 – www.cgfmanet.org

 

A la atención de todas y todos los participantes

 en el encuentro de Escuela Salesiana América

CIMAC- MESOAMÉRICA


Cachoeira do Campos, 6 marzo 2011

Queridos hermanos, hermanas, educadores y educadoras:

 Un saludo muy cordial a quienes os reunís como responsables de la animación Inspectorial o nacional de “Escuelas” con la finalidad de dar continuidad a los procesos de Escuela Salesiana América (ESA) a partir del Congreso de Brasilia y del encuentro en Enero 2010 en Santo Domingo.
Al leer las conclusiones del Encuentro ESA, me he detenido en dos constatación “la formación viene presentada como el núcleo de mayor atención en la animación de los procesos de Escuela Salesiana en América” y “las propuestas formativas de la comunidad educativa se formulan desde los desafíos de la gestión/animación, acompañamiento”. Veo que es en base a esto que han propuesto reflexionar y  potenciar  en el encuentro que están participando sobre: La Animación-Gestión y el acompañamiento local.  Sin dudas  es desde esta perspectiva que  vivirán  el encuentro CIMAC con el  tema “El acompañamiento en la escuela”.

La reflexión sobre el acompañamiento educativo espiritual, la estamos animando en toda la realidad pastoral tanto en la Congregación como en el Instituto y en toda la Familia salesiana por lo que es  muy importante que en todos los ambientes educativos concordemos en el camino que vamos proponiendo a los jóvenes. Animar la realidad escuela con criterios de acompañamiento a los alumnos y alumnas,  es poner sólidos fundamentos educativos y carismáticos que supone la creación de un significativo y cuidado ambiente pedagógico. En la pedagogía salesiana el acompañamiento es opción carismática de aquí que podemos decir: acompaña quien tiene experiencia de haber sido acompañado, de conocerse a sí mismo.

 Es sugerente la expresión del físico y educador indú Hosur Narasimhaiah  “Un pobre maestro se queja, un maestro promedio explica, un buen maestro  enseña, un gran maestro inspira”.  Tal vez esta afirmación contrarresta con la situación educativa que vivimos denominada “emergencia educativa” usada por primera vez, creo, por Benedicto XVI en  Aparecida.[1] Esta emergencia es generada por la necesidad de repensar los procesos educativos y sobre todo por la reacción de los educadores que han abdicado a su compromiso de educar. Benedicto XVI, en su carta a la Diócesis de Roma indica: ”… hoy aumenta la exigencia de una educación que sea verdaderamente tal. La solicitan los padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el futuro de sus hijos; la solicitan tantos profesores, que viven la triste experiencia de la degradación de sus escuelas; la solicita la sociedad en su conjunto, que ve cómo se ponen en duda las bases mismas de la convivencia; la solicitan en lo más íntimo los mismos muchachos y jóvenes, que no quieren verse abandonados ante los desafíos de la vida…”[2]

En los últimos años, en el Continente Americano, se está dibujando un nuevo panorama: una lenta descristianización, presencia de las sectas, aumento de la pobreza que tiene rostros nuevos; del punto de vista político surgen estilos nuevos de gobierno que buscan dar soluciones a los problemas de ayer y de hoy con criterios que no siempre tienen en cuenta los derechos de las personas y de manera especial de los más pobres. Podemos pensar que el actual sistema educacional tiene serias dificultades para dar respuestas adecuadas a las grandes ansias del corazón de las/los jóvenes, a sus necesidades de desarrollo afectivo, intelectual, ético, social y espiritual. “En los jóvenes emerge, junto a un fuerte deseo de amistad, de afecto, de compañía, de solidaridad, la necesidad de una profunda experiencia de Dios. Estos jóvenes, sedientos de amor y de felicidad, nos interpelan”.[3]

De frente a todo esto los problemas educacionales, obedecen a situaciones mucho más profundas y es imperioso discernir y ayudar a descubrir. No vienen resueltos solo con soluciones políticas o financieras. Sino con propuestas educativas que transformen el tejido humano de la sociedad a partir de los más pequeños. Es por esto que comparto plenamente la inquietud que tenéis y habéis manifestado en el tema escogido para estas jornadas. Las alumnas y alumnos que día a día están en las aulas ¿qué es lo que esperan de la sociedad en que viven, de la educación que ésta les ofrece, de lo que nosotros como salesianos y salesianas les ofertamos?

Aparecida propone “una educación de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente para los más pobres. Educación que ofrezca a los niños, a los jóvenes y a los adultos el encuentro con los valores culturales del propio país, descubriendo e integrando en  ellos la dimensión religiosa trascendente. Para ello necesitamos una pastoral de la educación  dinámica y que acompañe los procesos educativos, que sea voz que legitime y salvaguarde la libertad de educación ante el Estado y el derecho a una educación de calidad de los más desposeídos”[4].

Tal vez necesitemos un nuevo Pentecostés que potencie la mentalidad evangélica, avive la pasión educativa y renueve las diversas formas latentes de espiritualidad, para contrarrestar con la fragilidad, el relativismo y el activismo en el que estamos sumergidos y se atenúe de esta manera la respuesta educativa a la apremiante demanda de amor y acompañamiento que las jóvenes y los jóvenes solicitan a los educadores/as.

Un mundo pobre de amor puede ser contrarrestado con la presencia del Espíritu que renueve la alegría y la esperanza. Por eso se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de diálogos, de oración personal y comunitaria entre adultos, niños y jóvenes que alimenten el fuego de un ardor incontenible y haga atractivo el testimonio de quienes tienen la misión de educar y acompañar.
Me gustaría proponerles tres ideas que acompañe la reflexión que realizarán:
1.      Tengan presente que el principal “recurso” educativo es la persona misma del educador.

A menudo pensamos que para acompañar a los jóvenes en el proceso de crecimiento  lo más importante es proveer  espacios físicos,  instrumentos musicales y deportivos, instrucción por ejemplo. Sin embargo, leyendo los resultados de una reciente investigación liderada por la Universidad de Tufts[5], en la que participaron otras 18 Universidades, con una muestra de 4000 jóvenes de 34 estados de USA, llama la atención que una de las conclusiones del estudio sea que al evaluar las ayudas que ofrecen las familias, las escuelas, las organizaciones y los programas de actividades extraescolares, sea “la gente”, la presencia de los adultos con los jóvenes el principal apoyo para su desarrollo positivo. Educar no es obra de uno solo, sino presupone la capacidad de crear redes que abran a la vida pero es evidente que “en la medida en la que acompaño a otro, soy llamado en causa yo mismo, llamado por aquellos que tengo el deber de educar. Efectivamente, la luz se enciende solo con la luz, la vida solo con la vida, la libertad solo con la libertad. Si no soy yo primeramente, una persona luminosa, libre y viva interiormente, no podré encender nada ni a ninguno…”.[6]

La educación es el camino más decisivo para la liberación y corresponde a los adultos tener claro como producir la liberación desde la educación. La actual situación juvenil y cultural lanza a las comunidades educativas algunos desafíos que  “atañe a la nueva comprensión de la presencia del adulto en cuanto educador/a y a su capacidad de trabajar en sinergia. Y esto para responder a la dificultad que viven las jóvenes y los jóvenes, la sensación de estar abandonados a sí mismos, de no tener puntos de referencia creíbles, guías que les animen y les sostengan, adultos dispuestos a “perder tiempo” con ellos”.[7]

2. Urge potenciar  algunas actitudes específicas para el acompañamiento.

Se requiere cultivar la confianza y la esperanza en los jóvenes, como lo hizo Don Bosco que repetía: “En cada joven, aún en el más abandonado hay un punto accesible al bien, y es deber de todo educador encontrar esa cuerda sensible y hacerla vibrar”. Es esa la actitud que nos permite descubrir en ellos, los valores y las potencialidades a desarrollar y no considerarlos como un problema que hay que gestionar.
Es también importante cultivar la paciencia histórica frente a los procesos personales y comunitarios.

Madre Yvonne Reungoat, ofrece en una de sus circulares a las comunidades de FMA, una excelente síntesis del acompañamiento educativo subrayando algunos aspectos que considera  especialmente importantes:  favorecer en los jóvenes la experiencia de saberse amados, para alimentar la confianza, la asunción de las propias limitaciones y responsabilidades, el sentido de pertenencia a una comunidad, a una cultura, a un mundo; cuidar la formación de la afectividad en una época de extendido analfabetismo emotivo;  educar para considerar la vida como una cosa buena, un don, un tesoro.
 La indiferencia hacia los valores, tal vez también hacia la vida, y la percepción del vacío pueden quizás  anidar en el corazón de nuestros jóvenes. Es importante acompañarlos para que encuentren nuevamente el sentido de sus raíces y la meta que los espera; ofrecer el anuncio explícito y gozoso de Jesús. Para creer, los jóvenes necesitan el contacto con el manantial del amor, necesitan autenticidad y testimonio por parte de personas que viven la experiencia del encuentro con Él como fuente de alegría.
Finalmente, El acompañamiento educativo es obra de toda la comunidad educativa y se realiza en un ambiente lleno de valores humanos y evangélicos, empapado del espíritu de familia. El ambiente es ante todo presencia, escucha, corresponsabilidad en el compartir, clima que inspira confianza, lugar de relaciones que humanizan ricas de fe y de alegría”.[8]

3.  Madurar la convicción de “educando, educarnos” o la de “educarnos, educando”.

Pienso ante todo en el compromiso que tenemos todos de “Educarnos educando” o de “educando educarnos”. Lo lograremos si nos comprometemos con seis verbos: escuchar, entender, convocar, dialogar, programar y evaluar juntos.

El asumir procesos de diálogo es ya un mensaje significativo hoy. Pero, es importante vivirlos en la perspectiva justa. No es suficiente realizar estudios sociológicos o ir pasando páginas de internet para conocer a los jóvenes. Nunca se ha hablado tanto de los jóvenes como hoy pero tal vez se hable muy poco con ellos. Se necesita pasar y perder el tiempo, estar en medio de ellos y escucharlos.  Ser persona o comunidad educativa que educa y se educa se preocupa por estar atenta a lo cotidiano para captar los signos de la presencia de Dios. Estar abiertos a creer en las energías positivas de los jóvenes y también de los adultos, acoger las fragilidades y entrar en diálogo y revisar con ellos la experiencia humana y religiosa.[9]

Tenéis por delante una gran misión, acompañar y favorecer la formación permanente sistemática y orgánica a nivel local porque es en lo local donde el educador tiene los recursos necesarios para estar con y entre los jóvenes, acompañarlos y hacerles gustar la satisfacción que se siente como educador cuando se  ha comprendido que educar es  ser influyente por lo que se es como bien expresaba Guardini al hablar de educación: “se puede decir que el factor más influyente es aquello que el educador es; el segundo factor es lo que el educador hace; el tercero, es aquello que el educador dice”.

Muchas gracias por lo que estáis animando. Hagan el mayor esfuerzo posible porque la escuela esté integrada en el proceso pastoral de las distintas Provincias de manera que no se realicen propuestas pastorales paralelas. Maduren continuamente la conciencia del trabajo en red y en equipo. Les deseo un buen encuentro. Les deseo buen camino de Cuaresma y cuenten con mi oración y que estas oportunidades de reflexión sean un medio para continuar creciendo en la comunión como Familia.

Un saludo desde las tierras Brasileñas.

María del Carmen Canales fma
Consejera para la Pastoral juvenil


[1] “América Latina y el Caribe viven una particular y delicada emergencia educativa. En efecto, las nuevas reformas educacionales de nuestro continente, impulsadas justamente para adaptarse a las nuevas exigencias que se van creando con el cambio global, aparecen centradas  prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades, denotan un claro reduccionismo antropológico, ya que conciben la educación en función de la producción, la competitividad y el mercado.” (DA, 328).
[2] Carta a la Diocésis de Roma, 2008
[3] Lo más grande de todo es el amor, nº 24.
[4]  Aparecida, n. 334.
[5] “4-H” Study of Positive Youth Development, fatta in the Applied Developmental Science Institute of the Eliot-Pearson Department of Child Development at Tufts University, Medford, Massachusetts, USA.
http: //ase.tufts.edu/iaryd.
[6] BAGNASCO, Di generazione in generazione. Lettera pastorale sull’educazione, 2011
[7] INSTITUTO HIJAS DE MARIA AUXILIADORA, Para que tengan vida y vida en abundancia. Líneas orientadoras de la misión educativa de las FMA, Madrid, CCS, 2006, n. 23
[8] YVONNE REUNGOAT, El acompañamiento educativo de las jóvenes y de los jóvenes, n.905,  2009.
[9] Cf. Líneas orientadoras de la misión educativa de las FMA, n. 69


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